lunes, 5 de septiembre de 2011

Irreverente

Capítulo 2


El muñeco se encontraba suspendido en el aire justo por encima de la media pared que dividía la habitación, el calor era algo sofocante y el ruido del ventilador retumbaba armónicamente tormentoso en todo el lugar.


Mis pupilas no tardaron en reaccionar a la luz y se dilataron al máximo mientras el corazón se aceleraba al doble de lo normal; Observe la sombra en el ventilador y  los pulmones se vaciaron por completo, dejándome sin aire, no aspiré nuevamente hasta que un  grito despavorido me hizo despertar. El alarido sonó alarmante,  grueso y largo; Mis músculos reaccionaron al sonido y tome una bocanada profunda de aquel aire sofocante, sin desviar la mirada, note como aquel muñeco giraba hacia mí, clavando sus ojos en los míos.

Las niñas volvieron a gritar angustiadas, la puerta del cuarto se cerró repentinamente y el seguro se bloqueó en el momento exacto que desde la otra habitación venían a socorrernos, intercambié miradas con él un momento más y comprendí sus demandas. La puerta del cuarto se batía y las pequeñas desesperadas trataban de abrir desde adentro, gritaban, pero mis sentidos callaron todo alrededor  y se concentraron en la figura del muñeco que se reía en el aire.

Me pare lentamente de la cama y traté de cogerlo con la mano con un amplio gesto de sonrisa y amistad dibujado en la cara, pero yo  era muy chico y no alcanzaba, ubiqué la mesa y me subí en ella.

El juguete puso sus ojos en negro azabache por completo y la cara se agrietó como cerámica reparada, la piel se le torno blanca y justo cuando se disponía a emitir un sonido yo salté y lo atajé con mis manos. Logré poner mis dedos sobre su boca forcejeando con el sin darme cuenta que era tal la fuerza que lo suspendía en el aire que yo quedé colgado al sujetarlo y mis pies estaban sin base alguna.

Mordió la mano que tenía al alcance y un pequeño hilo de sangre bajó desde mi pulgar hasta mi muñeca, el calor en la herida era infernal y tuve que soltarlo, quedando suspendido con una sola mano. Observé los dientes amarillos de fumador y afilados de tiburón, como un gran animal adicto al tabaco.

De pronto él dejó de suspenderse en el aire como desapareciendo el deseo de hacerlo y nos precipitamos hacia el suelo, golpee mi espalda en el piso y los pies cayeron sobre la cama, el dolor fue intenso, agudo y me hizo olvidar la mordedura por unos instantes.

No sé por qué pensé aquello, pero al ver aquella figura parada sobre mi pecho con la mirada fija sobre las chicas, que aun trataban de abrir la puerta, entendí que debía hacer algo más o no saldríamos de ahí con vida. Lograba ver la desesperación de la prima y mi hermana, pero todo ocurría en silencio, sin sonido alguno para mí.

Reaccioné justo cuando aquel pequeño monstruo pensaba brincar sobre las muchachas sujetándolo por su tobillo. Se molestó tanto que alargó su cuello elástico para morderme, era mi mano sana; mientras eso sucedía mi mano herida había llegado hasta el vaso de agua que siempre me llevaba a la cama para dormir, tomé la jarra ignorando el dolor que me cubría y arrojé el líquido sobre aquel demonio. Una humareda se desprendió del muñeco como lo hacían los sartenes calientes al colocarlos en el agua, y una parte de la cara se quebró  y cayó al piso volviéndose añicos. El hombrecillo endemoniado dejo escapar un gruñido grueso y comprendí que le había causado dolor.

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