lunes, 3 de octubre de 2011

Legal


La demanda federal entre los dos estados debido a la reforma de los límites estatales  y el problema de la jurisdicción de la seguridad estaba en su punto más álgido, los abogados designados en el caso eran de los mejores. Para poder ganar el caso, el par de abogados de la firma a la que pertenezco tuvieron que recorrer durante horas bajo la lluvia la línea fronteriza de los dos estados, ganaron un catarro terrible, pero todo fue satisfacción al recibir el premio de investigación de 2011 gracias que a uno de ellos se le prendió la bombilla y comprendió que el problema no era la frontera física, sino que al  cambiar los límites geográficos se verían afectados los índice de seguridad del estado, mejorándolos enormemente y permitiéndole al alcalde del otro estado sacar provecho de esta cifra en las elecciones.

jueves, 15 de septiembre de 2011

Irreverente

EL Final

Una humareda se desprendió del muñeco como lo hacían los sartenes calientes al colocarlos en el agua, y una parte de la cara se quebró  y cayó al piso volviéndose añicos. El hombrecillo endemoniado dejo escapar un gruñido grueso y comprendí que le había causado dolor.


Aproveché aquel instante y apreté mi mano sobre la pierna de aquel “diminuto”; concentré mis fuerzas en batirlo contra el piso, pero entonces su peso aumentó y estuvo a punto de aplastarme el pecho. No pude moverlo, mucho menos levantarlo. Tenía pocos segundos y no sabía que mas hacer, el aire me empezaba a faltar...

…De pronto se elevo de nuevo y me suspendió con él en el aire, solo para dejarse caer de golpe; repitió la acción velozmente  tres veces causándome un intenso dolor en cada caída al estrellarme de espalda contra el suelo. Un grito de dolor se escapo de mis labios y entonces comprendió que lograba herirme, mi mano no lo había dejado de apretar, y no pensaba soltarlo.

Al entender mi determinación de no soltarlo se dispuso a subir  una vez más, pero en esta ocasión lo hizo  con más rapidez  y mayor fuerza, logró estrellarme contra el techo y seguidamente me puso en picada, golpeando mi cuerpo en esta ocasión con el  piso. Tuve suerte de que la almohada, que segundos antes había capturado, se interpuso justo entre el suelo y mi cara, parecía blanca, gruesa, iluminada y supuse que desde algún lugar me estaban ayudando.

Pensé con astucia, y cuando el demonio se perfiló en su salto agresivo hacia el aire, lo sujeté aún más fuerte. Justo al despegar el pecho del piso impulsado por el vuelo de aquella bestia, lo solté.

El sonido que causo al estrellarse contra la lámpara central del cuarto fue estrepitoso, supongo que ensordecedor, aunque yo hacía rato no escuchaba nada. No hubo expresión de dolor de su parte, no le dio  tiempo de saber lo que le pasaba, su cara partió la pantalla de la lámpara, el bombillo y dio de golpe contra el cemento del techo. La cerámica de su rostro  se quebró en miles de trozos encendidos en fuego, cayeron desde el aire como una típica lluvia de meteoritos de las que filman en las películas  y su cuerpo aún húmedo se quedo incrustado en los cables desnudos de lo que fue la lámpara, electrocutándose sin parar.

La puerta del cuarto se abrió de golpe y  ellos entraron a la habitación rápidamente. Mi cuerpo estaba de cara al suelo y mi ropa tenía aspecto de harapos. Algunos trozos encendidos que bajaban del aire quemaron mi franela y mi espalda, mientras que las cerámicas rotas del pedazo de cara resquebrajada por el agua habían cortado mi piel  en los muslos, pecho y abdomen. Estos cortes eran pequeños puntos de sangre distribuidos por toda mi piel.

El cuerpo de trapo quemado estaba chispeando en el techo hasta que una mano de dedos gruesos, viejos pero en muy buen estado bajó el interruptor  de la luz.

Fue entonces cuando  el cuerpo de trapo se desplomó hacia el suelo. La misma mano que apago el interruptor de la luz lo sujeto antes de que tocara el piso y lo retiro del cuarto. Aun no escuchaba nada, me senté en la orilla de la cama y me desplome en ella. En ese instante me di cuenta que los trozos de cerámica en mi cuerpo se movían, penetraban más profundo en mi piel y se fundían en mis tejidos, el dolor aumentó y me desvanecí…

…Tan solo tenía doce años. 

martes, 13 de septiembre de 2011

El Escape

Sentía como miles de gotas se formaban en la superficie de la piel, como los poros trabajaban apurados y expulsaban sin parar esas gotas de líquido que tenían la función de refrescar las altas temperaturas que mi cuerpo estaba alcanzando, pasaron pocos segundos antes de que las fracciones formaran un afluente y se deslizaran camino abajo directo hacia mis pestañas. El sudor se acumuló ahí hasta un punto crítico y empezó a gotear lentamente hacia los ojos, cada gota dificultaba más la vista y ardía.

Pequeñas nieblas se posaban sobre mi iris debido al sudor penetrando mas allá de mis pestañas y la respiración era jadeante, apresurada muy desesperada. Cada bocanada de aire llenaba mis pulmones con el tan necesitado oxigeno, los glóbulos trabajaban a doble turno sin parar alimentando todos mis músculos, la sangre no respeto durante esos minutos el límite de velocidad y circulaba sin respetar paradas ni altos. Los músculos de las piernas y manos nunca habían sido expuestos a tal tención en los últimos años, una vez estuve asustado, pero no me dio tiempo de correr.

El golpe de los talones contra el suelo arenoso hacia brincar mi cerebro dentro del cráneo y casi podía sentir como golpeaba las raíces de mi corto cabello, que había sido recién rasurado por la mínima diferencia. Mi correr no era  recto, estaba desesperado y zigzaguee en varias ocasiones, pero sé que corría un serio peligro.

 Empezó a faltarme la respiración, pero sabía que no podía detenerme, aun me seguían de cerca y los pies entrenados, contorneados y  acostumbrados a las carreras de la mujer que venía tras de mí me recordaban que no podía parar, que debía dar el todo por el todo.

Yo estaba descalzo en el momento que comenzó todo, acababa de liberar mis dedos de la opresión de los zapatos cuando de pronto sucedió. Mis pies, ahora concentrados en la carrera del escape, se quejaban a gritos  por la falta de un juego de llantas debajo de ellos. Pero aun así, sé que la decisión de abandonar mi calzado fue la correcta, gracias a ello quedaban algunas esperanzas de huir.

Sus pasos parecieron sonar mucho más fuerte detrás de mí, y tuve la tentación de voltear la cara para tratar de estimar la distancia que ahora nos separaba, sabía que era menor, mucho menor, pero me concentre en mi carrera.  Al pasar un segundo unos delicados pero firmes brazos sujetaron la punta de la franela que era batida por el viento en contra y como si de un choque de autos se tratase mi carrera de escape colapso y se hizo un fracaso.

El desequilibrio fue mínimo, pero los músculos cansados, la falta de oxigeno en el cerebro y   la torpeza intrínseca de mi persona causaron  que mis piernas se  olvidaran de  pedir permiso la una a la otra para poder avanzar  en la carrera, y entonces tropezaron. Mi cuerpo  fue dejado en libre suspensión por unos instantes de segundo, como si volara, antes de chocar contra la arena de la playa, el  giro de la caída fue tan brutal y rápido  que causo que mi cara se estrellase contra lo que eran mis huellas en la arena.

Era el fin, estaba acabado. El ardor de la arena caliente  rosando toscamente contra mi rostro fue intenso pero breve, cerré los ojos y tape mi cara con mis manos. Aun jadeaba y trataba de recuperarme de tan cruel carrera cuando se posaron sobre mí.

Eso te pasa por poner tus zapatos llenos de arena dentro de mi carro, añadió mi hermana justo antes de tenderme la mano con una gran risa en su rostro. Que no vuelva a suceder dijo al levantarme.

Yo aun jadeaba y ella agrego, --por cierto estas fuera de forma, y más contra una velocista---, no debiste intentar escapar,  ambos reímos a carcajadas cansadas.

Ella me atrapo y gano esa batalla, pero no sería yo el que tendría que pasar dos horas al regresar a casa aspirando la alfombra de la cajuela.

Abrazados nos retiramos a la sombra del toldo donde toda la familia se reía de lo que había pasado. 

lunes, 5 de septiembre de 2011

Irreverente

Capítulo 2


El muñeco se encontraba suspendido en el aire justo por encima de la media pared que dividía la habitación, el calor era algo sofocante y el ruido del ventilador retumbaba armónicamente tormentoso en todo el lugar.


Mis pupilas no tardaron en reaccionar a la luz y se dilataron al máximo mientras el corazón se aceleraba al doble de lo normal; Observe la sombra en el ventilador y  los pulmones se vaciaron por completo, dejándome sin aire, no aspiré nuevamente hasta que un  grito despavorido me hizo despertar. El alarido sonó alarmante,  grueso y largo; Mis músculos reaccionaron al sonido y tome una bocanada profunda de aquel aire sofocante, sin desviar la mirada, note como aquel muñeco giraba hacia mí, clavando sus ojos en los míos.

Las niñas volvieron a gritar angustiadas, la puerta del cuarto se cerró repentinamente y el seguro se bloqueó en el momento exacto que desde la otra habitación venían a socorrernos, intercambié miradas con él un momento más y comprendí sus demandas. La puerta del cuarto se batía y las pequeñas desesperadas trataban de abrir desde adentro, gritaban, pero mis sentidos callaron todo alrededor  y se concentraron en la figura del muñeco que se reía en el aire.

Me pare lentamente de la cama y traté de cogerlo con la mano con un amplio gesto de sonrisa y amistad dibujado en la cara, pero yo  era muy chico y no alcanzaba, ubiqué la mesa y me subí en ella.

El juguete puso sus ojos en negro azabache por completo y la cara se agrietó como cerámica reparada, la piel se le torno blanca y justo cuando se disponía a emitir un sonido yo salté y lo atajé con mis manos. Logré poner mis dedos sobre su boca forcejeando con el sin darme cuenta que era tal la fuerza que lo suspendía en el aire que yo quedé colgado al sujetarlo y mis pies estaban sin base alguna.

Mordió la mano que tenía al alcance y un pequeño hilo de sangre bajó desde mi pulgar hasta mi muñeca, el calor en la herida era infernal y tuve que soltarlo, quedando suspendido con una sola mano. Observé los dientes amarillos de fumador y afilados de tiburón, como un gran animal adicto al tabaco.

De pronto él dejó de suspenderse en el aire como desapareciendo el deseo de hacerlo y nos precipitamos hacia el suelo, golpee mi espalda en el piso y los pies cayeron sobre la cama, el dolor fue intenso, agudo y me hizo olvidar la mordedura por unos instantes.

No sé por qué pensé aquello, pero al ver aquella figura parada sobre mi pecho con la mirada fija sobre las chicas, que aun trataban de abrir la puerta, entendí que debía hacer algo más o no saldríamos de ahí con vida. Lograba ver la desesperación de la prima y mi hermana, pero todo ocurría en silencio, sin sonido alguno para mí.

Reaccioné justo cuando aquel pequeño monstruo pensaba brincar sobre las muchachas sujetándolo por su tobillo. Se molestó tanto que alargó su cuello elástico para morderme, era mi mano sana; mientras eso sucedía mi mano herida había llegado hasta el vaso de agua que siempre me llevaba a la cama para dormir, tomé la jarra ignorando el dolor que me cubría y arrojé el líquido sobre aquel demonio. Una humareda se desprendió del muñeco como lo hacían los sartenes calientes al colocarlos en el agua, y una parte de la cara se quebró  y cayó al piso volviéndose añicos. El hombrecillo endemoniado dejo escapar un gruñido grueso y comprendí que le había causado dolor.

Sueño de Verano 

Buenos días,
Hoy para mí es un día muy importante y solo les voy a dejar un par de direcciones que me encantaría que se tomaran unos pocos minutos y las vieran, con mucho cariño y respeto  aquí se las presento:

viernes, 19 de agosto de 2011

Irreverente

Capítulo 1 

El muñeco se encontraba suspendido en el aire justo por encima de la media pared que dividía la habitación, el calor era algo sofocante y el ruido del ventilador retumbaba armónicamente tormentoso en todo el lugar. Se colaba algo de luz por la ventana medio abierta en la pared que se erguía justo por detrás de mi cabeza, la ventana era corrida, ancha, la  mitad daba a  mi habitación y la otra  mitad a la de las niñas.

Supe que no era un sueño porque el muñeco suspendido en el aire hacía sombra sobre las aspas del ventilador, no tenía miedo, pero un líquido caliente bañó mis muslos mientras mis ojos se abrían y mis pupilas se dilataban buscando captar la figura lo mejor posible.

Diez minutos antes...

Mi nombre sonó fuertemente en la casa, seguido por  A DORMIR, ésas son las únicas dos palabras que no se desobedecían en casa, porque de hacerlo, el ardor del cuero en las nalgas te las recordarían por un par de días, la prima, mi hermana y yo nos acostamos en esa habitacion parcialmente dividida, de un lado las niñas y del otro lado el varon. Prendimos el ventilador, y unos minutos después me paré agazapado a poner el mismo un poco más orientado para mi lado.

Cinco minutos antes...

Las niñas rieron y lanzaron una almohada a mi lado, respondí con la misma acción, pero arroje un cojín viejo. Ya había capturado una almohada nueva para mi botín...
Me sentí feliz y orgulloso de mi inteligencia y por unos minutos me creí una especie de comandante dentro de una importante guerra.

Un minuto antes...

Me pidieron que devolviera la almohada, que ésa era de la prima y la había traído desde casa para descansar; mi respuesta fue negativa una y otra vez. El ruido del ventilador, y la tele en la habitación de enfrente ahogaban nuestros murmullos.

Unos segundos antes...

Escuché el sonido seco de aquel objeto estrellándose contra el techo. Rápidamente dispuse mis manos para apartarlo de mi cara en la caída, pero NUNCA cayó, mis manos no me dejaban ver y había cerrado los ojos por miedo a que me golpeara aquel objeto. Al no oír ruido concluí que o había caído sobre la media pared o había rebotado de nuevo hacia las chicas, abrí las manos lentamente y despegué los parpados, entonces me di cuenta que él seguía ahí en el aire, suspendido, acechando….

jueves, 11 de agosto de 2011

Movil

Hoy parece ser uno de esos dias despues de la tormenta donde la calma,asi sea poca, parece eterna, legitima, eterea, perfectamente conseguida por contrato con el destino.
Es el trato en la vida, tormentas y calmas intercaladas, aun y cuando las tormentas parecen mas largas, la realidad es contraria, la diferencia esta en nosotros, que nunca nos detenemos a admirar con calma la calma, pero en cambio, si disponemos del tiempo para ahgarnos entre lamentos durante los vientos de la tormenta, proseguir el camino es lo debido y dejar en el olvido aquello destruido, para seguir en la calma detenidos observando el tiempo y apresandolos en nuestros pensamientos.
Jose Bertorelli
Este mensaje ha sido enviado gracias al servicio BlackBerry de Movilnet

martes, 9 de agosto de 2011

El Informante

Tenía una vida perfecta, siempre acompañada, sus amigos fieles a sus dotes y a sus cualidades, joven, emprendedora, innovadora, en fin estaba encantada de la vida, la habitación donde pasaba sus días era amplia fresca y con un aire un poco antigua que lograba darle mayor aire de modernidad a sus líneas curvas, materiales innovadores y diseño vanguardista, tal cual como lo decía su dueño, exactamente igual a la etiqueta que le colocaron en su nacimiento ese domingo a media noche cuando se terminó su lote de producción.

Amanecía y se bañaba de una luz blanca fresca que lograba iluminar cada rincón de la habitación, los únicos privilegiados que lograban dormir hasta tarde eran ella y su compañero de al frente, pero generalmente trabajaban hasta tarde y con todos los miembros de la familia. Sonaron los escalones de madera cediendo por el peso del hombre y hoy como ayer, y como todos los días de su vida ella se despertó, se desperezó y se colocó en su forma más sexy y curva, nadie podía resistirse cuando se veía así.

Robinson era su amigo, la había traído a casa, pues casi inmediatamente pudo salió a la calle a ganarse la vida, Robinson era lo más grande que tenía, nunca la abandonaba y los fines de semanas eran especiales, el solía sentarse a hablar en ella entre copa y copa, con alguna comida para picar en la mesa y el compañero de la habitación frontal hablando como siempre, tanto que a veces parecía un monologo, ese amigo de ella, tan conocedor, tan chismoso era su fiel compañía cuando Robinson quedaba dormido.

En la soledad de la madrugada ella solo pensaba en la felicidad de su vida, aunque, de vez en cuando, atemorizada por el hecho de que la llevaran a otro sitio, se repetía para su interior la frase que le diría, déjame, déjame aquí o me romperé, pero eso nunca tuvo que ser dicho, era más un toque de inseguridad de su personalidad que una realidad, Robinson era un visionario y siempre se sentaba a pensar en su futuro al punto que muchas veces se encontraba soñando despierto sobre acciones que él nunca sería capaz de llevar a cabo de ninguna manera, pero no era un perdedor, ni un hombre promedio, tenía un gran éxito, pero este éxito le costó la soledad, sin embargo, se repetía para sí mismo aun me queda el consuelo de contar con ustedes mientras soltaba una amplia risotada llena de alegría y los observaba a ella y su compañero de al frente.

En un largo invierno de esos que azotaron con fuerza a finales de la década de los noventa Robinson decidió que esta ciudad era muy helada para su piel que ya empezaba a envejecer por culpa de los años que no pasan en vano, y fue entonces cuando decidió mudarse a un pequeño apartamento al sur del país. Colocó en la sala a su gran amiga, la silla de diseño exclusivo y justo frente a ella a un nuevo televisor con pantalla y sonido superior, en ese momento silla se sorprendió y lloró callada por su amigo que se había marchado, lloraba y se repetía para sí misma no volveré a encontrarte nunca más, nunca más me narraran historias como lo hacías tú.

A Donde

Me queda el consuelo de no haberlo perdido todo, aun y cuando arriesgué mi vida, mi matrimonio y toda mi fortuna.

Me he dado cuenta que el juego puede ser realmente un vicio, mi vicio, y por eso quiero decirles la forma en que todo ocurrió. Comencé como una jugadora casual en pequeñas tascas de la gran Caracas, esos bien llamados centros hípicos, recuerdo que en los primeros años hípicos, por así llamarlos, hacía falta rodar varios kilómetros e ir a calles bien exclusivas para poder apostar algunos bolívares al jinete y al animal que más te gustase, por lo menos ese era mi caso, a diferencia de mis amigos que andaban con cuadernos llenos de números y nombres, tiempos y ganancias.

Luego la actividad hípica fue creciendo, y siguiendo la ley de la oferta y la demanda los centros hípicos se reprodujeron y colmaron cada tasca del país, bastaba con poner un televisor en la tasca y trasmitir la carrera para que estos lugares empezaran a recibir las apuestas y a prometer ganancias muy superiores a las de la taquilla y una vida llena de éxitos y dinero…mucho dinero.

El deporte equino no logró captar el total de mi atención, pero fue ahí donde conocí a los amigos de unos amigos que apostaban al beisbol de las mayores, el hoy mal llamado las grandes ligas, las apuestas pagaban muy bien y tenía la ventaja que la pelota era para mí una pación bien arraigada, labor que había hecho mi padre desde la infancia, fue ahí y gracias a los consejos de mi abuelo que logré hacer una verdadera fortuna en las apuestas.

Mi abuelo nunca supo que gracias a que pasaba todo el día sentado en el viejo mecedor escuchando en la radio la emisora que repetía los juegos de las mayores una y otra vez, ya que el aparato no lograba sintonizar nada más, su nieta se hizo millonaria con una cuenta de seis cifras altas en el banco, nunca aposté sin preguntar al abuelo quién ganaría y por qué, aunque las razones que el abuelo daba eran poco profesionales, éstas siempre fueron en su mayoría acertadas y llegué a pensar que nunca se equivocaba, sino que yo no lograba entender el nombre del equipo ganador en su ya gastada voz.

Pero en esta vida todos tenemos un paso seguro de dar, un paso que nos lleva hacia adelante y al mismo tiempo hacia atrás, el paso de la muerte. Fue en la repetición del juego de la final de 1950 cuando el abuelo nos dejó, ya tenía 93 turnos al bate y su corazón no latía como antes.

Desde ahí las apuestas se volvieron erráticas, sin sentido, confusas, empecé a experimentar con otros deportes del momento, las carreras de motos, de autos y hasta las carreras de perros, de hecho estuve tan emocionada con éstas últimas que compré un galgo africano por una suma de dinero bastante alta, según el vendedor era lo mejor del momento, un perro de raza con la rapidez del Africa.

Pero ninguno de los deportes dio resultado, y yo seguía apostando a cualquier cosa que apareciera, me quedé sin esposo, sin familia y sin dinero, para mí alegría aun no muere el galgo que compré y está aquí sentado escuchándome como hablo entre copa y copa.

lunes, 20 de junio de 2011

Diana

¡Déjame en el semáforo! fue lo único que dijo antes de bajarse del carro furiosa por la actitud de ese día, estaba tan molesta que no presté atención a las cosas que tomó, el suéter, la carpeta con los papeles y el paraguas, ilógico, como siempre actuaba su mente, pues el sol era radiante ese día y era exactamente la mitad del verano. Se volcó a caminar con un paso rápido y fuerte retumbando cada uno de ellos desde sus talones hasta su cabeza, fue tan pesado el andar que en solo un momento el retumbar se volvió un dolor de cabeza y el dolor a su vez en un llanto callado y lastimoso que solo dejó correr un par de lágrimas desde sus ojos.

Su andar había sido rápido y no pudo darse cuenta que el carro del que había descendido hace poco había logrado parquearse unos metros más allá, una segunda mujer descendió del auto, usaba lentes oscuros grandes y redondos. Cruzó la calle a toda prisa haciendo uso de su talla 36B de sostén para detener el tráfico, con sus pies de trotadora casual y sus zapatos de goma que siempre llevaba puestos llegó al lado de su compañera en un instante, justo cuando ésta se disponía a cruzar de nuevo la calle en dirección al este.

— No logras nada con esa actitud de niña Diana, de verdad no logras nada — dijo ella al llegar

— ¿De dónde has salido? — contestó con dejo de molestia en su voz

— ¡Rayos! que importa de donde salí yo, no entiendes que no puedo dejarte aquí Diana —

Ella esperó a que cambiara el semáforo de color y se echó a la calle, haciendo caso omiso de las palabras de su compañera, pensando sólo en su molestia, en su rabia, en sus decisiones y las consecuencias, no aceleró el paso esta vez y el retumbar de sus talones no se hizo presente, el dolor de cabeza ya desaparecía.

La mujer de los lentes oscuros analizó rápidamente la actitud de Diana, no aceleraba el paso y no parecía desear estar sola. Pero la mujer tras los lentes oscuros también sabía que Diana era orgullosa, terca y testaruda, así que se dedicó a pensar una forma de lograr un cambio de ánimo en Diana y rápidamente dio con su respuesta.

Ella se colocó al lado de Diana, le igualó el paso y la actitud, entonces, justo al llegar a la acera de enfrente volteó hacia el cielo como loca, pegó un pequeño grito y actuó erráticamente por un instante muy breve, Diana no entendía lo que pasaba y no pudo evitar que se le escapase una leve sonrisa. Genial, pensó la mujer tras los lentes oscuros, eso era todo lo que necesitaba, sacó un pote de agua de su cartera y lo abrió disimuladamente.

— Oye Diana, podemos compartir el paraguas, me emparamo — pronunció ella, justo cuando se dispuso a vaciar el pote de agua completo sobre su cuerpo.

Diana, sorprendida y con una expresión de risa en su cara abrió el paraguas rápidamente.

— ¿Estás loca? te bañaste — agregó Diana

—lo hago por nosotras, déjame —